La comunidad evangélica quedó paralizada cuando, en medio de un servicio nocturno, la esposa del pastor Cash Luna subió al púlpito con el rostro empapado en lágrimas. La congregación quedó en silencio absoluto cuando ella pronunció las palabras que jamás imaginaron escuchar:
“Hoy… debo despedirme de mi esposo.”
Nadie entendía. Nadie respiraba.
Y entonces ella reveló que un diagnóstico devastador, guardado en secreto durante meses, había golpeado al líder espiritual más influyente de Centroamérica. Pero lo más perturbador no fue la enfermedad… sino que, según ella, “no fue un accidente, ni algo natural”.
Las cámaras captaron el momento exacto en que cientos de fieles se desplomaron llorando, mientras otros, confundidos, murmuraban sobre señales, traiciones internas y presiones ocultas dentro del ministerio.
“Nos advirtieron que no habláramos… pero ya es demasiado”, dijo con la voz rota.
Sus palabras desataron una tormenta.
En cuestión de minutos, las redes sociales se incendiaron con teorías:
—¿Hubo una conspiración para apartarlo del liderazgo?
—¿Alguien dentro del ministerio sabía más de lo que aparentaba?
—¿Por qué la esposa mencionó ‘sombras’ alrededor de él?
La prensa llegó a Casa de Dios en masa, solo para encontrar las puertas cerradas y rumores de que varios líderes habían renunciado repentinamente horas antes del anuncio.
Mientras miles de personas entraban en oración desesperada, otros se preguntaban si esta tragedia marcaría el fin del legado de Cash Luna… o si sería apenas el inicio de una verdad mucho más oscura que estaba por salir a la luz.
El futuro del ministerio pende de un hilo, y todo el continente observa, conteniendo la respiración, esperando la próxima revelación.
